MI PARTO EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Muchas de vosotras me pedisteis que contara mi parto, ya sea por que sois de las mías y os encantan las historias de nacimientos o, como algunas me dijisteis, porque estabais embarazadas y os preocupa el hecho de dar a luz en tiempos de pandemia.

Así que espero que disfrutéis de uno de los momentos mas maravillosos de mi vida y os ayude en estos tiempos tan difíciles y extraños para dar a luz.

  • DÍAS PREVIOS AL PARTO
El día 28 de agosto fue mi FPP (Fecha Probable de Parto), tenía dolores y alguna que otra contracción, pero ninguna señal de parto. El 31 de agosto de 2020 tenía cita de mis segundos monitores, esperaba no llegar, pero allí estaba yo, con un solo pico en el papelito y, otra vez, con todas las papeletas para ser un parto inducido (digo otra vez porque con Lya, mi primera hija, fue inducido). Cuando vino la matrona a revisar el monitor me comentó que lo primero que me haría mi ginecóloga en mi próxima visita, que era dos días después, sería la maniobra de Hamilton, para las que no lo sepan es un tipo de inducción, pero sin medicación, es inducción mecánica, se trata del despegamiento de membranas para conseguir liberar prostaglandinas y así favorecer la maduración del cuello uterino. Todavía había esperanza, igual tenía la suerte de que la maniobra surgiese efecto y no llegar a una inducción medicada, ya que mi deseo era un parto natural y respetado.

  • ÚLTIMA VISITA CON MI GINECÓLOGA
El 2 de septiembre acudí a la cita con mi ginecóloga, en la que yo ya sabía que íbamos a hablar de fecha de ingreso para inducción. En la visita, primero de todo, me exploró y, al estar igual que la semana anterior, me realizó la maniobra de Hamilton, después nos sentamos a hablar de la fecha de inducción y, para mi asombro, me dijo de ingresar al día siguiente. No os voy a engañar, se me cayó el mundo al suelo, yo quería ponerme de parto, saber lo que se siente y conseguir mi parto natural deseado. Llevaba desde el día de monitores pensando en que decidiría según la fecha que me dijese, si decidiría esperar un poco más, pero mis antecedentes me decían que igual esperar no servía de nada, así que, muy a mi pesar, accedí. La inducción consistía en introducir una pastilla de prostaglandinas y si no hacía efecto a las horas introducir otra, si esto no funcionaba al día siguiente empezaríamos con oxitocina. Las horas siguientes fueron un mar de dudas y pensamientos negativos, preguntándome porque no podía ponerme de parto de forma natural, enfadándome conmigo misma por no ser capaz, llorando y culpándome.

Muchas de vosotras, primerizas o con desconocimiento de ello, pensareis que porque no podía tener mi parto natural deseado siendo inducción, las que hemos vivido una inducción de 48h con prostaglandinas y oxitocina sabemos que es muy difícil soportar esto sin epidural, y mi deseo era parir sin epidural, tener una parto totalmente natural y respetado.

  • LLEGÓ EL DÍA
El día 3 de septiembre tenía hora de ingreso a las 18h, ya que mi ginecóloga entraba de guardia a las 19h y así sería ella la que estuviese conmigo en todo momento. Pero de repente por la mañana recibí una llamada de la matrona diciéndome si podía ingresar a las 12 de la mañana, para así tener más tiempo para que hiciesen efecto las pastillas y tener opción a una más antes de empezar con oxitocina. Mi primera reacción fue ponerme nerviosa, le habíamos dicho a Lya que íbamos a  ir a comprar cositas para el cole esa mañana, antes de irnos al hospital y yo no quería irme así de repente, así que mi respuesta fue que no sabía si iba a poder, que me organizaba y la llamaba para confirmar. Después de organizarnos y pensar que era lo mejor, acudir antes, e intentar evitar la (puñetera) oxitocina, llamé y dije que a las 15h estaría allí para ingresar.

Una vez llegamos al hospital Quirón, procedimos a hacer los trámites para el ingreso y nos dieron habitación. 


Allí estaba yo, en mi habitación, con miles de sentimientos encontrados, pero deseando tener a mi pequeña en brazos, el mejor pensamiento que puedes tener en estos momentos.

Al rato, sobre las 16h, vino la matrona y me introdujo la primero pastilla de prostaglandinas, cuando llegara mi ginecóloga, sobre las 19h, según como estuviese todo me daría la segunda pastilla. Como en mi primer parto, las pastillas de prostaglandinas no me hicieron efecto, no sabía cuanto podía tardar en sentir algo, así que empecé a buscar experiencias de otras mujeres en internet, averigüé que podía tardar hasta cuatro horas en sentir alguna contracción, así que me armé de paciencia y a esperar.



Allí estábamos los dos, esperando alguna señal de parto, deseando no volver a vivir la misma experiencia que con Lya, ya que fue todo muy lento.

TEMA MASCARILLA: Se que muchas de las dudas en estos tiempos es el tema mascarilla. En el hospital Quirón de Valencia, las normas eran tener que estar con mascarilla todo el tiempo, pero pudiendo quitártela cuando en la habitación solo estuvieseis tu acompañante y tú. La teníamos a mano ya que cada vez que entraba un sanitario teníamos que ponérnosla. 
A las 19:30 llegó mi ginecóloga, yo ya estaba con contracciones, soportables, y me puso los monitores. Me trajeron la pelota por si quería utilizarla, aún con los monitores puestos, digo esto porque hay profesionales que te obligan a estar tumbada cuando tienes los monitores puestos, en mi caso no fue así en este parto. 




Pasada media hora, más o menos, volvió mi ginecóloga para ver como iban los monitores, tenía contracciones intensas y regulares, me preguntó si quería epidural, ella ya sabía que yo no la quería, pero para asegurarse me lo preguntó, sus palabras fueron "con estos monitores muchas ya la hubiesen pedido" pero yo quería vivirlo todo al 100% con sus dolores incluidos y me había propuesto aguantar, así que haciendo las respiraciones conseguí aguantar. Al rato me trajeron la cena y como pude, con contracciones, cené. 

Me pasó algo muy gracioso en medio de todo el caos, fui a lavarme los dientes después de cenar y, de repente, me vino una contracción de las que te deja sin aliento, se me cayó el cepillo de dientes salpicando todo de pasta, acabando el cepillo en el suelo, parecía que estaba abrillantando el suelo. Cuando vino la ginecóloga para ver como estaba, me hizo un tacto y tenía todas las piernas salpicadas de pasta de dientes seca, nos echamos unas risas.  

Al cabo de un rato, yo seguía en la pelota, volvió para ver como estaba, las contracciones eran más intensas, así que me ofreció algo para calmar el dolor, un Valium, le dije que de momento podía aguantar, que me esperaba a que fuesen más dolorosas por si acaso, la cara de ella era un mapa, no entendía porque no quería algo para el dolor (jiji), pero yo quería guardármelo por si se ponía la cosa peor y no pudiese soportarlo. Además, le pregunté si el tomar algo ralentizaría la dilatación, ya que con el parto de Lya fue una de las cosas que me pasó, pero me dijo que no, que todo lo contrario, me ayudaría a relajarme y así el cuello del útero también se relajaría favoreciendo la dilatación. Al no querer nada para el dolor, me aconsejó darme una ducha caliente, así calmaría el dolor.

En una de las visita de la ginecóloga, me hizo un tacto y me dijo que poco a poco estaba poniéndome de parto, esas palabras fueron un jarro de agua fría para mí, ¿poco a poco?, cuando se fue me vine a bajo, me puse a llorar diciendo que no podía más, que estaba aguantando todo ese dolor para nada, que yo no me ponía de parto, mi cuerpo no sabía. Pero Quique me animó, me dijo que si podía, que aguantara, que eso era lo que yo deseaba y lo iba a conseguir.

Después de darme la ducha las contracciones se volvieron más intensas, así que le pedí a Quique que fuese a pedir el Valium (que cosa más asquerosa), me dijeron que me lo pusiera bajo la lengua para que hiciese efecto más rápido y casi vomito del sabor tan malo que tenía. Al rato las contracciones eran más dolorosas, así que me volví a meter en la ducha para intentar calmar un poco el dolor. Al salir de la ducha no podía ni estar sentada en la pelota ni caminar, el dolor hacía que me mareara. Me tumbé en la cama intentando soportar el dolor, apretando fuerte la  mano de Quique, pero era ya un dolor muy intenso y empecé a notar que tenía ganas de pujar, así que llamamos a la enfermera para que fuese a por mi ginecóloga, Gala quería salir por fin. 

Cuando llegó mi ginecóloga, yo estaba hecha un cuadro, tumbada en la cama, apretando mi cara contra la almohada y apachurrando con toda mi fuerza la mano de Quique, como dolían las puñeteras contracciones. Así que llamó al celador y me llevaron a paritorio. 

Una vez en paritorio, sobre las 23h, estaban la matrona, mi ginecóloga, una enfermera y al poco llegó Quique, le habían llevado a una habitación a ponerse el traje de enfermero (que por cierto le iba pequeño y parecía el primo de Shakira, a punto de bailar meneando el ombligo). Mi ginecóloga me dijo que hiciera lo que el cuerpo me pidiese, empujar cuando así lo sintiera, levantarme, andar, gritar, como mejor me sintiera. Al principio me quedé tumbada boca arriba, pero me costaba pujar y aguantar el dolor, así que me di la vuelta y me puse a cuatro patas sobre la camilla. 

No se cuanto tiempo estuve pujando, a mi se me hizo eterno, yo sobre la camilla, a cuatro patas y gritando como si no hubiese mañana. Estaba agotada, con un dolor inexplicable, a ratos me decía que no podía, pero allí estaban, matrona, ginecóloga y Quique para ayudarme, dándome ánimos. Y llego el momento en el que la cabecita de Gala se asomó, noté una sensación de quemazón, de fuego, había leído sobre ello, sobre el "aro de fuego" pero no me imaginaba esa sensación.

El "aro de fuego" se trata de una sensación inigualable, solo se presenta en esa ocasión y no todas las mujeres lo notan. Se trata de una sensación de quemazón, de ardor en toda la circunferencia del periné, al dilatarse con la salida de la cabeza del bebé.
Con la cabeza asomada me dijeron que me diese la vuelta para el último pujo, para poder coger a mi pequeña. Me di la vuelta como pude, no es fácil con una cabeza asomada (jiji), empujé con todas mis fuerzas y mi niña empezó a salir ella solita. De repente escuché a mi ginecóloga decir "cógela, cógela", yo estaba en shock y no reaccionaba, de repente volví en mí, alargué los brazos y cogí a mi niña.

Pasaron unos minutos antes de cortar el cordón, fue Quique el que lo cortó, después de que le preguntaran si quería hacerlo.




Gala llegó con los ojos super abiertos, queriendo ver el mundo al que había llegado para enamorarnos a todos. El 4 de septiembre a las 00:56, Gala, con 3480kg y 51,5cm llegó para demostrarnos que el amor se multiplica. Ese mismo día descubrí que cuando luchas por algo, puedes llegar a conseguirlo, que las mujeres somos capaces de soportar el mayor dolor del mundo y que somos más fuertes de lo que pensamos. 

El 4 de septiembre cumplí uno de mis sueños, dar a luz de la manera más salvaje y hermosa.



Después de salir la placenta, me informaron de que no tenían que darme ningún punto y me dijeron de que estaría haciendo piel con piel cuatro horas, en nuestra habitación tranquilas. Nos llevaron a la habitación y allí ayudé a mi pequeña a coger mi pezón y así reforzar nuestro vínculo empezando con la lactancia.

Como habéis podido comprobar fue un parto respetado, con la mínima o nula intervención de la matrona y la ginecóloga, dejándome total libertad de decidir como y cuando, respetando mis tiempos y sacando al mundo a mi pequeña con mis propias manos.

Cada parto es un mundo y muchas veces no podemos tener nuestro parto soñado por culpa de las circunstancias o por los/as profesionales que nos atienden. Con el parto de Lya así fue, no fue un parto ni bonito ni respetado, nunca sabré si fue por culpa de las circunstancias o de las profesionales que me acompañaron, aunque si pienso que no hubiese sido como fue si hubiese sido en el mismo lugar y  con las mismas profesionales que Gala. Tenía que quitarme esa espinita y lo conseguí, gracias a mi fortaleza, a mi marido por apoyarme y animarme en todo momento, y a mi ginecóloga, que no pude elegir mejor, es la mejor profesional con la que me he encontrado, la adoro y espero poder coincidir con ella en un futuro, en  mi próximo embarazo (sí, quiero un/a tercero/a).

Gracias a mi marido por apoyarme y animarme en todo momento, haciendo que todo fuese más ameno, echándonos unas risas en medio de todo el dolor, algo que solo él puede conseguir.

Como veis, a pesar de las circunstancias y obviando la mascarilla, fue un parto muy normal. No todos los hospitales tienen los mismos protocolos, pero desde luego yo estoy contentísima con el Hospital Quirón de Valencia y como nos trataron en todo momento. 

Espero que hayáis podido disfrutar con mi relato y os haya podido transmitir bonitas sensaciones.

2 comentarios

  1. Un relato precioso. Tu parto y el mío se parecieron mucho :) Mucha suerte con tus peques!

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    1. Me alegra que te haya gustado :) Fue un parto precioso así que imagino que el tuyo también! Mucha suerte a ti también!

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